Autodestrucción como método de protesta. Cuando uno profundiza en si mismo, cuando entra en contacto con las percepciones más hondas de su mente, imposibles de compartir con los demás, la reacción tiene un efecto. Un efecto en forma de protesta ante la indiferencia o la falta de conocimiento por parte de los demás de ese problema inexplicable pero existente. En ese punto la irracionalidad gana a cualquier otro tipo de forma general de percibir tu alrededor y tu mente se convierte en el peor de tus enemigos. Ahí aparece la autodestrucción. Mental o física, pero autodestrucción en el sentido más grande y más literal de la palabra: la destrucción de uno mismo. En la autodestrucción misma se encuentra una vía de escape sin sentido aparente pero que en el momento sirve de liberación a corto plazo. El sentimiento de rabia inexpresable y de más absoluto dolor se expresa en paradigma contra uno mismo, convirtiendo su día a día en una obcecación permanente y haciendo de su método de vida la destrucción en si misma. Cómo liberarse ante ese galimatías, esa oscuridad que atenaza al ser y no es explicable, no es clara. El sujeto se libera autodestruyéndose creyendo en su más hondo pensar que es él mismo el que no encaja en la sociedad. La misma sociedad que marca lo bueno y lo malo del individuo como tal, y que nos da percepciones totalmente infames de lo que realmente debería ser nuestra vida.
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